Por Domingo Rodríguez Hilario
Es indudable que en el anterior proceso electoral el pueblo de México ganó una de las batallas más importantes de su historia y se ha vencido a la inercia, a las posiciones defensoras del estatus quo que nos habían hecho creer en la imposibilidad del cambio. Hemos salido del marasmo inmovilista, ahora los mexicanos sabemos que si se puede, que el régimen es vulnerable, que hay espacio para la actuación y la transformación del país. La alianza “juntos haremos historia” (MORENA, PT y PES), a través de su líder nacional Andrés Manuel López Obrador (AMLO) logró sumar y convencer a más del 50% de los electores ganando el gobierno ―la presidencia de la república, el senado, el congreso de la unión y la mayoría de los congresos locales y alcaldías municipales por los que compitió― con más de 32 millones de votos. Fue, a decir de los analistas, un tsunami electoral, una avalancha de votos que ni el mismo Andrés Manuel se los esperaba. Con esto se da un giro de 180 grados en la estructura del sistema político mexicano y se genera una legitimidad sin precedentes en nuestra historia hacia un gobierno emanado de las urnas.
Los que salieron
perdiendo en la contienda electoral fueron, principalmente, los personeros del
capital (PRIANRD); la derecha intelectual, el fascismo liberal y sus medios de
comunicación, ya que no pudieron permear sus estrategias de guerra sucia para
vencer a AMLO y al movimiento en general. Sus candidatos no lograron ser
mayorías, el partido hegemónico (PRI) después de ser el partido en el poder y
haberse mantenido en el por un siglo, se ha derrumbado, ocupando un espacio
marginal en la configuración política actual[1] y
eso habla muy bien de la estrategia obradorista para sumar y ganar la elección
y al mismo tiempo regresarle la esperanza al pueblo de México. Lo que
estamos viviendo es “un
proceso sui géneris, de una lucha política tan compleja como dinámica, al que
asisten todas las clases y sectores sociales. Las presiones y las salidas que
se presenten serán parte del cómo se libre esa carga largamente acumulada de
explosividad, aunque también del cómo se despliegue y asuman los liderazgos”.[2]
Para dimensionar
bien el reto del próximo gobierno es necesario, primeramente, entender de
manera sistemática y profunda las causas que hicieron posible su triunfo, asunto muchas veces soslayado y parcialmente estudiado por analistas y columnistas de los
diferentes diarios nacionales. Algo que inclusive está ausente dentro del propio movimiento
obradorista. Esta situación podría ser explicada, que no justificada, debido a
que una gran parte del movimiento está en las tareas inmediatas de la
transición y otros han quedado inmóviles, perplejos, esperando subirse al
gobierno entrante, si es que serán requeridos. Pero de manera institucional, es
decir por parte del partido o la coalición que llevó al poder a AMLO, no se
han dado pasos en ese sentido. Tan es así que en el pasado quinto congreso
nacional extraordinario de morena del 19
de agosto, una vez más los militantes fueron convocados a “aprobar los
planteamientos” que ya se traían cocinados desde la cúpula del partido, pero no
así a un debate serio sobre las condiciones que hicieron posible el triunfo y
menos sobre las tareas inmediatas de este; e inclusive se postergó la actividad
formal del partido hasta por un año, por lo que la actividad partidista
quedará, una vez más, en manos de una burocracia “nombrada” y no por los
cuerpos de dirección y representación del partido.
Pero las bases,
los Comités de Protagonistas del Cambio Verdadero (CPCV) como suele llamárseles a los comités seccionales del partido, sí merecen una explicación de cómo fue
que se llegó al triunfo de AMLO y en general del movimiento, lo que nos dará la
pauta a seguir para la cuarta transformación y el reto que nos impone la
sociedad. Para ello es necesario buscar las causas, así como caracterizar bien
a la población votante que hizo posible el cambio en las urnas y de esta manera
saber cuáles son las expectativas creadas y no desperdiciar esta
ventana histórica que se abrió el 1º. de julio, pues para eso se fundó morena,
para tener un espacio de organización para la transformación nacional.
Factores estructurales y coyunturales que detonaron el
tsunami electoral
Alcanzamos a ver
cuatro factores principales que posibilitaron el triunfo:
1.- Existe
un “mal humor” en la gente de este
país, como bien lo reconoció el aun presidente Enrique Peña Nieto (EPN). El
pueblo se cansó de ver como sus salarios se fueron mermando, como la inflación
hacia rendir menos sus ingresos, se cansó de los gasolinazos, de la violencia
generalizada en todo lo ancho de la nación y de la corrupción crónica en todos
los órganos de gobierno;[3] también
de la falta de empleo y oportunidades. La sociedad quiere un cambio, no solamente de gobierno ni de
régimen, sino de modelo económico y
social. El actual modelo neoliberal desde hace dos décadas aproximadamente
se ha agotado, se ha recrudecido la pobreza, la distribución del ingreso y la
caída del salario real, el Producto Interno Bruto (PIB) se ha estancado y el
desempleo se ha exacerbado, el modelo exportador de mano de obra barata llegó a
sus límites y con ello la república de maquilatitlan
se nos hizo pedazos; de esta forma se incrementó la violencia, el trabajo
informal y precario y con ello el malestar
social.
Existe una idea
convencional liberal que predica que en México vivimos la alternancia del poder y que la sociedad vota sobre este precepto,
en consecuencia, el pueblo de México se mueve entre los cambios de gobierno y no
de modelos económicos y sociales. Aquí sostengo la hipótesis que si bien, en la "transición a la democracia" esto
contiene algo de verdad, la realidad es que desde el año 2000 la sociedad había
votado, a su manera, por el cambio de modelo económico y social –no era sacar
por sacar al PRI de los pinos, sino todo lo que ello significaba–, por ende, la decepción que tuvo el pueblo de México con
el “gobierno del cambio” de Vicente Fox explica la reacción rebelde del pueblo
y el crecimiento de la figura de Andrés Manuel en ese sexenio, al cual solamente
pudieron detenerle con un gran fraude electoral, un “golpe de estado técnico”[4] y
la instauración de una “dictadura cívico-militar”, que fue la principal característica
del sexenio gris de Felipe Calderón.
2.- El segundo
factor clave es la pugna interburguesa;
ya que en esta ocasión la clase hegemónica en el poder llegó dividida a la
contienda con cuatro candidatos y dividida en sus planteamientos, la clase en
el poder con sus representantes políticos (del PRIAN) ya no pudieron sostener una
alternancia en el poder a su favor, “el descontento ya no podía ser manejable
en el marco de las alternancias del PRI y el PAN en la presidencia y de los dispositivos
represivos existentes; por ello tomaron la determinación de arriesgarse con un
candidato como Obrador que propone una cierta redistribución de la riqueza
disminuyendo el costo de operación del Estado y generando ingresos extras a
través del combate a la corrupción”.[5] Tampoco
vieron posible la repetición de un fraude electoral, por lo que a una gran parte
de esta clase hegemónica burguesa, no le quedó de otra más que respaldar a la candidatura popular de AMLO,
de esta manera han intentado cooptar el movimiento desde dentro, lo cual aun
está por verse.
3.- El tercer factor
es el ascenso del movimiento social y su
crítica al régimen. Y cuando hablamos del movimiento no es solamente del Movimiento
de Regeneración Nacional (MORENA), sino del movimiento sindical, indígena, campesino, estudiantil, magisterial,
ambiental y popular. Este ha venido en ascenso desde finales de los años noventas
con la irrupción del movimiento de los electricistas del SME y la huelga del
CGH de la UNAM, pasando por la marcha del color de la tierra del EZLN, la lucha
contra el desafuero, los intentos de unidad del movimiento social con el
FRENDESDEP, la promotora por la unidad nacional contra el neoliberalismo
(PUNCN), el frente sindical, campesino, indígena y popular (FSCIyP) y los
diálogos nacionales (DN), los cuales pugnaban por una nueva constituyente y un
programa alternativo de nación. De igual manera la irrupción de movimientos
juveniles y antisistémicos, que lograron romper el cerco informativo de la
prensa tradicional, la radio y televisión, pero sobre todo utilizando los
medios alternativos como son las redes sociales; la crítica al peñanietismo del
“yo soy 132” y del movimiento de Ayotzinapa son ejemplos de ello.
Por su puesto
muchos de estos movimientos vienen “desde el decaimiento del régimen del PRI,
que comienza simbólicamente en la plaza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968”.[6] Desde
ese entonces los movimientos sociales no dejaron de surgir en todos los
sectores críticos al régimen, estos lograron converger en el Frente Democrático
Nacional (FDN) en 1988, en la irrupción del neozapatismo en 1994, en la lucha
contra el desafuero y el fraude electoral de 2006 y por supuesto en la
fundación de MORENA después de la elección del 2012, para desde ahí seguir la
lucha por el gobierno. “En definitiva, estos movimientos y fuerzas sociales
fueron determinantes para que López Obrador pudiera conseguir su objetivo de
ganar las elecciones, sin su presencia y sus prácticas de lucha que desnudaron
el mal gobierno imperante ninguna táctica, ideología o estrategia, por buena
que fuera, hubiera podido vencer rotundamente en las urnas”[7] o
como bien lo enuncia Marcos Tello “El previsible triunfo de López Obrador no
sería posible sin una irrupción social de clases medias y sectores populares;
sin la participación de diversos actores sociales, ciudadanos y comunitarios que
activa y potencialmente tienden a romper con la institucionalidad aceptada por
las trasnacionales, la clase política y los órganos de poder del Estado. Actores
que seguramente presionaran para que las promesas de campaña se cumplan” y
remata “el factor más relevante que ha marcado la historia del país en los
últimos 30 años fue la emergencia de un “sujeto democrático nacional”,
pluriclasista aunque mayoritariamente popular que con altas y bajas ha
persistido alimentando las luchas contra las privatizaciones, el alzamiento
zapatista y las irrupciones cívico-electorales”.[8]
4.- El cuarto factor
se debió a la estrategia de AMLO, el
cual tuvo como objetivo convertirse en el centro gravitacional de la lucha por
el poder, sumando al pueblo en general, arraigándose en su historia e idiosincrasia,
dejando atrás los sectarismos propios de la izquierda y de muchos de los movimientos
sociales; que a menudo se traducen en debates ideológicos maniqueos y antidialécticos (izquierda-derecha, evolución-revolución, lucha armada-pacífica, partidista-independiente, nacionalistas-globalistas, etc.), para de esta manera convertirse en el Centro con Compromiso para las Mayorías
(CCM) como bien lo caracteriza el Dr. Heinz Dieterich.[9] Es
decir, convertirse en la vanguardia electoral del pueblo.
Esta estrategia
de sumar a las diferentes clases es poco apreciada en la lucha por el poder en
México, y se ha demostrado que es la única forma en que el sector popular llega
al poder en nuestro país, como es el ejemplo del cardenismo de los años 30s. Aunado a ello, la perseverancia, la resistencia y la congruencia de Andrés
Manuel en los últimos 18 años fue un factor también clave para el proceso.
En resumen, el
triunfo se hizo posible por una masa crítica ―clases medias informadas, principalmente de la llamada generación de los millennials, que viven en las ciudades y cuyos medios de comunicación son preferentemente las redes sociales― la cual convergió con otra masa molesta ―resentida socialmente con un potencial voto de castigo― por la corrupción e incapacidad de la clase política para sacar a nuestro país
adelante. Todo esto aunado a las diferencias políticas de la clase en el poder. Es
decir, se cumple con las condicionantes que posibilitan toda transformación
social; “que los de abajo quieran y los
de arriba ya no puedan” (Lenin dixit.). Esto es lo que pasó y por lo que sostengo que el
voto a morena es un voto masivo anti-sistémico cuyas expectativas son
bastante grandes y solamente con el cambio de modelo económico-social se podrán cubrir.
¿Qué tipo de modelo de desarrollo es el más idóneo, plausible y viable para
México? No se trata de regresar al pasado, más bien de aprender de él y adaptar
un modelo en las condiciones del capitalismo contemporáneo.
La premisa principal de la 4ª transformación:
sustituir el modelo neoliberal por uno de desarrollo sustentable con equidad
Quien afirme que el
cambio está garantizado por el triunfo contundente del 1º de julio y la llegada
del nuevo gobierno, está en un error. Para no desperdiciar la oportunidad que
tenemos frente, se tiene que dar un cambio
de modelo económico y social que logre cumplir con las expectativas creadas,
de lo contrario dejaremos que el dinosaurio herido regrese por la puerta grande.
Se tiene que contemplar mas allá de un cambio de gobierno, un cambio de régimen
y un cambio de modelo de desarrollo
que nos ayude a recuperar el tiempo perdido[10] al
que nos condujo la larga noche neoliberal. Un modelo que sea capaz de lograr el
tan anhelado despegue económico y social. Para eso “el principal reto
económico de la siguiente administración será romper el círculo vicioso
provocado por un modelo basado en el estancamiento estabilizador, de ajuste
fiscal restrictivo que ha provocado el sacrificio de la inversión pública y
privada”,[11]
se requiere la
multiplicación de la inversión pública para crecer a por lo menos el 6% del
PIB y creando alrededor de un millón de empleos anuales y en esta forma ir cerrando la brecha que tenemos entre subdesarrollo y desarrollo.
En función de
este objetivo prioritario, es necesario hacer una reforma fiscal progresiva y
redistributiva y hacer que los grandes corporativos nacionales y
transnacionales dejen de evadir y eludir al fisco a través de los regímenes
especiales, los cuales significan el 14% del Producto Interno Bruto (PIB), en
lo que la austeridad republicana y el combate a la corrupción nos va a generar
solamente un ahorro de 3% del PIB.[12]
Hacer una inversión de por lo menos el 8% del ingreso nacional para educación y
2% para ciencia y tecnología para lograr terminar con la dependencia
tecnológica del exterior. Lograr un estado fuerte que conduzca el desarrollo nacional
y la creación de un sistema financiero supeditado al objetivo del crecimiento y
no solo a la estabilidad macroeconómica, una política industrial y agrícola que
desarrolle encadenamientos productivos y fortalezca el mercado interno y la
soberanía y seguridad alimentaria.
Esta es la única
forma que asegura terminar con el estado de privilegios, la corrupción, la
pobreza y el clima de violencia a nivel nacional en el mediano plazo y lograr
el despegue socioeconómico ―como lo han demostrado todos los países que han
recorrido este camino (EU, Alemania, Japón,
Corea, Singapur) y son las lecciones que nos da la historia económica mundial y mexicana, sobre todo en sus fases de crecimiento y por supuesto también la historia reciente del Sudeste Asiático y China como aspirante a primer
potencia mundial― y es lo que asegura la permanencia en el poder del nuevo gobierno y el partido morena. En este sentido, las medidas anunciadas por el presidente
electo (la austeridad republicana, combate a la corrupción y subsidios a los
jóvenes y adultos mayores) son un paso necesario pero no suficiente para
trascender a un nuevo modelo de desarrollo. Apelamos a que en el futuro las
propuestas se irán adecuando a una realidad que urge cambiar.
Pero a todo esto, ¿quién va a hacer ese cambio?, es obvio que hoy tenemos un líder nacional con la meza puesta para hacer la transformación, también tenemos una sociedad más vigilante y crítica, pero hace falta un sujeto social que sea el agente del cambio, sin el cual el objetivo central puede perderse en el camino.
Pero a todo esto, ¿quién va a hacer ese cambio?, es obvio que hoy tenemos un líder nacional con la meza puesta para hacer la transformación, también tenemos una sociedad más vigilante y crítica, pero hace falta un sujeto social que sea el agente del cambio, sin el cual el objetivo central puede perderse en el camino.
Configurando al sujeto social del cambio
La población que
votó por AMLO y MORENA, no fueron los
pobres de México y menos los pobres extremos, fueron principalmente, profesionistas, clases medias, y personas informadas de las ciudades, como lo ha venido
demostrando el economista Julio Boltvinik,[13] y
una base muy importante de jóvenes, 10 millones de nuevos votantes que se
comunican principalmente por redes sociales,[14] a
quienes ya no se les pudo comprar con una despensa o condicionar el voto a
través de los programas sociales. Por el contrario, las clases más pobres del
medio rural, las cuales votaron mayoritariamente por el candidato del partido
en el poder, siguieron presas del clientelismo político.[15]
Por esta razón, no fue, predominantemente, el discurso programático
de Andrés Manuel a favor de los pobres el que permeo en la conciencia de la
gente (a diferencia del 2006 y 2012), fue la promesa de acabar con la
corrupción y la violencia, de apaciguar al país, lo que movilizó el voto de las clases populares y clases medias. Esta corrupción y violencia, que propicio la clase política
y los partidos tradicionales del régimen (PRIANRD), configuraron al enemigo
principal a vencer; “la mafia del poder” y esta es la representación real o
virtual del sistema político mexicano. Sacar a la mafia del poder, regresarle
la grandeza a México y sacar adelante a nuestro país, es decir, propiciar el cambio social ya dos
veces postergado (recordar que en el
2000 la población ya había votado por el cambio y en el 2012 igualmente la
gente voto por el “mexican moment”)
fue el discurso que agitó y sumó a la mayoría de los mexicanos consternados y
rabiosos ante la situación.
Por todo lo
anterior, decimos que en el actual cambio de gobierno en México ―el que se verá
reflejado el próximo 1º de diciembre con la toma de protesta del presidente
AMLO y la nueva composición de la cámara alta y baja, en donde morena ya ocupa las mayorías en dichos poderes― se
regresa la iniciativa estratégica al pueblo mexicano y la más alta legitimidad
a un gobierno emanado de las urnas en la historia de nuestro país. Valió la
pena la perseverancia, la resistencia y la crítica al gobierno durante las
últimas dos décadas. Pero esto apenas es el inicio de la transformación, viene
la parte más difícil, romper los
obstáculos para el cambio, destruir los intereses creados y cambiar la
correlación de fuerzas para la implantación de un programa que beneficie a las
mayorías. ¿Cómo podemos no desperdiciar la gran oportunidad y estar a la
altura de los tiempos?
Para comenzar,
todo cambio social requiere de un sujeto social bien identificado y afianzado
que lo propicie, en nuestro caso, el cambio político electoral lo dio
prácticamente una vanguardia con un toque muy personal de una figura política
que logró crear un bloque hegemónico para disputar el poder, cohesionado en un
partido político de reciente creación, principalmente. Pues creemos que es el
momento para hacer una evaluación y tener un partido-sujeto social correspondiente
con su base votante. La organización del partido morena, tal como está, sirvió para
llegar al poder, pero no podrá sostenerse y menos ser la conducción de la
transformación si no se hacen algunos ajustes.
En primer lugar
hay dos desviaciones claves que no deben perdurar en el partido morena,
uno es el centralismo burocrático, el
cual es una distorsión del centralismo democrático planteado por los partidos
comunistas históricos del siglo XX y cuya distorsión burocrática fue uno de los factores principales de la caída del muro de Berlín y los países del este. El otro es el culto a la personalidad, es la
creencia de que por los atributos de un sólo hombre el pueblo pueda triunfar,
no está demás decir que también fue factor clave de la caída de los movimientos del
siglo pasado. Pues bien estas desviaciones están presentes y amenazan nuestro
partido-movimiento.
En morena todas
las decisiones dependen de una cúpula burocrática y en última instancia de
AMLO, ha llegado el momento de darle el protagonismo al pueblo organizado, es
momento de darle vida a los Comités de Protagonistas del Cambio Verdadero
(CPCV), a los Comités Ejecutivos Municipales (CEM), recordar que en última
instancia el poder lo sostienen las bases y estas se encuentran en los
municipios, esta es una condicionante que entendió a la perfección el anterior
partido hegemónico, el PRI, y de ahí se afianzó para perpetuarse. Hay que acostumbrar
a nuestros líderes a la disciplina, a la rendición de cuentas, a que se sujeten
a las decisiones mayoritarias, hay que combatir el oportunismo electoral[16]
que permeo al movimiento y que ahora es la posición dominante en el partido, hay que dar
formación política a las masas populares con un ambicioso programa de formación
política y educación popular.[17]
En fin hay que
preparar la maquinaria que va a construir el nuevo gobierno popular y la base
de defensa de todas las intentonas de sabotaje, calumnias, golpes
mediáticos, de presiones por parte de los que se han acostumbrado a vivir en
una república de privilegios; hay que organizar al pueblo por que sólo el
pueblo organizado puede salvar al pueblo y la transformación nacional no es un
“paseo por las nubes” aunque algo se le parezca.
[1]
Este partido, al menos en el parlamento se configura como la quinta fuerza política
nacional y ya el aun presidente de la república ha sugerido el “cambio de
nombre y esencia” si se quiere sobrevivir.
[2]
Cuevas Méndez, Felipe (2018), “Se abre el proceso” en Rebelión, medio electrónico consultado el 09 de julio en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=243916&titular=se-abre-el-proceso-
[3]
Los casos más visibles de estos últimos, la casa blanca y los 43 desaparecidos
de la normal de Ayotzinapa, son claro ejemplo de la caída del sexenio de EPN y la
aparición de una ciudadanía muy crítica del régimen de corrupción y de
privilegios.
[4]“El “Golpe de Estado Técnico” de 2006; el despojo
electoral más escandaloso de estos años, debe situarse en el contexto de la
declaración de guerra que hizo Felipe Calderón contra el narcotráfico una vez
que recibió la investidura presidencial a manos de un militar. La conexión de
dicha “guerra informal” con la política estadounidense es obvia. El “fraude
electoral” de ese año fue una decisión tomada por el conjunto de la oligarquía,
el ejército y el gobierno estadounidense. Fue el detonante de la extensión del
“Nuevo Constitucionalismo” estadounidense inaugurado por George Bush para
justificar la violación de las leyes internacionales que norman la guerra.” Tello Chávez, Marcos (2018), “Las “mafias del
poder”, pleitos de familia, espejismos, máscaras y revolución”, consultado en Rebelión, medio electrónico, el día 04
de julio en http://rebelion.org/noticia.php?id=243676
[5]
Tello Chávez, 2018, ibídem.
[6] Montañez Pico, Daniel (2018),
“Los movimientos sociales y el nuevo gobierno”, consultado en La Ojarasca, suplemento de La Jornada el 11 de agosto en http://ojarasca.jornada.com.mx/2018/08/11/los-movimientos-sociales-y-el-nuevo-gobierno-8946.html
[7]
Montañez Pico, 2018.
[8] Tello
Chávez, 2018.
[9]
"El gran triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador en México ha
sacudido todo el debate político en América Latina. Interpretado adecuadamente
rompe el sectarismo y la esterilidad del debate de "izquierda" y
"derecha", que domina la teoría política criolla desde los gobiernos
progresistas socialdemócratas (Lula, Chávez, Kirchner, Correa et al.) de los
años noventa. Y lo mismo vale para la nueva moda intelectual introducida desde
Washington que --para América Latina-- consiste en la falsa antítesis de
"nacionalistas" y "globalistas". Interpretar adecuadamente
el evento electoral de México significa entender que el proyecto de AMLO es un
proyecto de Centro con Compromiso para las Mayorías (CCM), no de Izquierda,
como se usa el término a la ligera en América Latina.” Dieterich Stefan, Heinz
(2018), “La república bananera de Venezuela bajo Maduro y la lección de AMLO” en Aporrea,
medio electrónico, consultado el día 02 de julio en https://www.aporrea.org/ideologia/a265796.html
[10]
Como bien lo plantea Francisco Suárez Dávila en su libro México 2018: en busca del tiempo perdido, Edit. Miguel Ángel Porrúa, serie las ciencias sociales tercera década, México.
[11]Fernández-Vega,
Carlos (2018), “Con neoliberales, avance ínfimo, menor crecimiento en 66 años”,
en diario La Jornada, consultado el
09 de agosto http://www.jornada.com.mx/2018/08/09/opinion/024o1eco
[12] “los
ahorros, la austeridad y el combate frontal a la corrupción serán acciones de
gran importancia pero a todas luces insuficientes pues sólo representan un
rescate de fondos presupuestales de entre 2 y 3% del PIB… Con que las empresas
formalmente registradas en el país pagaran el 30% establecido sobre sus
utilidades, el fisco recibiría con ello poco más del 14% del PIB en vez del
3.6% que capta actualmente”. En Márquez Ayala, Daniel (2018), “Penuria fiscal. Ajustes necesarios”, en el
diario La Jornada, consultado el 23
de julio en http://www.jornada.com.mx/2018/07/23/opinion/026o1eco
[13]Ver
su columna de Economía Moral en el diario La jornada del 6 y 13 de julio
respectivamente, https://www.jornada.com.mx/2018/07/06/opinion/022o1eco
y https://www.jornada.com.mx/2018/07/13/opinion/025o1eco
[14]
Suárez Dávila, Francisco (2018), p. 52.
[15]“Se
puede observar que la inteligencia estuvo a favor de Andrés Manuel López
Obrador, el 65 % de sus electores cuentan con estudios universitarios o
más, mientras que los preponderantes de Meade son personas sin estudios y los
de Anaya se clasifican con primaria, con porcentajes del 31 y 24 por ciento
respectivamente. La encuestadora también detectó que el 65% de los
electores de AMLO fueron varones, a diferencia de Meade y Anaya que
tuvieron mayoría de mujeres electoras: sin duda alguna que el primero fue
favorecido por el programa Prospera; y el segundo por la influencia que sobre
las mujeres tienen algunas iglesias. El otro dato importante es que el
63% de los votantes de Obrador están en el rango de entre los 26 y 35 años de
edad, semejante al de Anaya, pero no así con Meade, que en su mayoría los
votantes son mayores de 56 años, condicionados nuevamente por los programas
sociales. De lo más sorprendente es que el 64% de los que votaron por
AMLO tienen ingresos de entre 15,000 y 20,000 pesos mensuales, mientras
que, para Meade y Anaya, la mayoría de sus electores declararon tener ingresos
promedio al mes, de $785 pesos o menos”. Datos de la encuesta de salida de parametría recuperador por García Peláez, Graciela Carmina Andrade (2018)
“Cuando la conciencia se vuelve mazo que noquea de un guamazo” en Michoacán 3.0, medio electrónico
consultado el 11 de julio en http://michoacantrespuntocero.com/cuando-la-conciencia-se-vuelve-mazo-noquea-guamazo/
[16]
Hay que recordar que en la fase preelectoral se sumaron a morena liderazgos de
los partidos del régimen (PAN, PRI y PRD) en menoscabo de los líderes
fundadores de morena y que venían consolidando al partido.
[17]En
este sentido es muy buena la propuesta aprobada por el congreso nacional de
crear el instituto nacional de formación política, habrá que cuidar que no sea una
simple ocurrencia o un apéndice burocrático para justificar o divulgar algunas políticas
y medidas establecidas o a establecerse.