jueves, 26 de diciembre de 2019

A propósito de la navidad y el mensaje de Jesús

Por Domingo Rodríguez Hilario.

Jeremy Bentham describió al ser humano como una máquina cibernética con dos sensores fundamentales, uno que detecta las sensaciones de dolor y otro de placer. Bajo este precepto John Stuart Mill, economista clásico y uno de los principales ideólogos del capitalismo, dedujo que la finalidad del ser humano era evitar el dolor y conseguir el máximo placer. Está caracterización antropológica simplista ha permeado toda la razón de ser del sistema actual y ha reducido al ser humano a su estatus biológico-natural, con lo que se presupone que las sociedades son equiparables a una jungla darwiniana en donde siempre vence el más apto, el más fuerte y el que mejor hace uso de su sistema sensorial para huir del dolor y abrazar el placer; los valores por excelencia en esta sociedad son el individualismo, el consumismo y el abuso, etc., haciendo del ser humano un sujeto posesivo, hedonista, egocéntrico, muy susceptible de caer en los vicios, los excesos, y por supuesto con felicidades efímeras y vacíos existenciales prolongados.

La navidad por otra parte es la tradición cristiana que conmemora el nacimiento de Jesús, es "la buena nueva" que según la mitología hebrea anuncia el advenimiento del mesías, del salvador del mundo. Para la quinta parte de la humanidad que vive bajo el influjo del cristianismo esta es una fecha muy importante, mas allá de toda la parafernalia y la orgia consumista que envuelve a la celebración,  ya que nos llama a recordar que el mundo tienen salvación. 

Y a todo esto, qué tiene que ver la navidad con la visión reduccionista del ser humano enunciado en el primer párrafo que nos ha impuesto el modus vivendi dentro de la sociedad global capitalista, o mejor aun, cuál es el significado de la navidad y el mensaje de Jesús en nuestro tiempo, si es que lo hay; o es simplemente, como no lo ha querido hacer ver la propaganda comercial de las empresas, una oportunidad para visitar a nuestros seres queridos, comprar regalos, cenar juntos y consumir alcohol, etc. Yo creo que mas allá de todo eso estas fechas también nos sirven para reflexionar, pero no existe reflexión sin cuestionamiento, así que decidí hacerme los siguiente cuestionamientos a propósito de la navidad y el mensaje de Jesús: ¿Es posible que el ser humano sea solamente un ser biológico que nace, crece, se reproduce y muere o tendrá algunas otras caracterizaciones definitorias y constitutivas? Por otro lado, el placer, el consumo, el abuso, la defensa del interés propio ¿serán los únicos mecanismos que nos dan felicidad o existen otros valores morales y espirituales más elevados que nos permitan el tan anhelado goce existencial? Y por último ¿Es la felicidad el valor más importante del ser humano o existen otras prácticas humanas que nos dan igual o mayor satisfacción y tranquilidad que simplemente estar felices? La respuesta a estás cuestiones tienen que ver con la enseñanza del "maestro", el cual expongo en tres líneas.

Desde mi punto de vista el mensaje fundamental de Jesús, por lo cual debemos de estar alegres, por que efectivamente "nos dio salvación" y de todos los profetas, místicos y sabios de hace más de dos mil años y que se prolonga hasta mil años d.c., (dígase Jesús, Mahoma, Krishna, Lao-Tse, Buda, Confucio, Sócrates, platón y Aristóteles, entre muchos más) tiene que ver con el postulado fundamental de la ética, el amor al prójimo. Sí, la capacidad de sentir el dolor de los demás,  el nivel de empatía, la solidaridad y colaboración entre el homo sapiens. Esta prédica, pero sobre todo la fuerza de su mensaje, no se desarrolló de forma gratuita, tuvieron que ver las condiciones históricas dadas y sus propias vivencias.

Jesús el nazareno era tres veces excluido de su sociedad; uno por ser un judío de la periferia que gustaba de viajar por el mundo (equivalente a un migrante en nuestro tiempo), otra por ser humilde hijo de carpintero (un pobre más del mundo) y la otra por pensar diferente, por ser un rebelde que no creía en esta caracterización antropológica descrita más arriba. El sabía, por su conocimiento mundano y preparación en Egipto y Grecia, que las sociedades humanas trascienden su estatus animal, que el ser humano tiene una característica fundamental y constitutiva, que es la posibilidad de ser empáticos, de sentir el dolor ajeno en carne propia y que está era la razón del por qué el ser humano evolucionaba a velocidades sorprendentes en comparación con las otras especies y que los valores de cooperación, solidaridad y compromiso con los de su especie hacían que este ente fuera un ser extraordinario. Su pensamiento lo podemos reducir en una sola frase “amaos los unos a los otros”, y hoy no hay consigna más poderosa que esta; fue el grito de guerra que hizo temblar a dictadores imperialistas, esclavistas y colonizadores, por eso los fariseos (hipócritas conservadores que hoy siguen deambulando por doquier) lo entregaron, para que “no siguiera multiplicando los milagros”.

Este mensaje tan poderoso sigue teniendo vigencia hoy más que nunca, ya que siguen dominando los imperialistas, el esclavismo asalariado, la enajenación del ser humano; los plutócratas del mundo nos han reducido a la nada, en meros observadores indiferentes, nos han lanzado al vacío existencial, nos han negado el derecho a la felicidad, a la cooperación, al sacrificio y el amor por el prójimo. Nos han legado un mundo de violencia y de injusticias. Por eso es buen momento para reflexionar:  ¿Que estamos haciendo para aterrizar la buena nueva, el mensaje de Jesús? ¿Qué estamos haciendo por transformar el mundo? Porque ésta es la buena nueva ¡Hay que alegrarnos porque el mundo puede ser diferente! no el mundo descompuesto, no el mundo de sufrimiento, también hay un mundo de alternativas, de lucha y sacrificios, en dónde gobierna la razón y el humanismo. Por eso uno de los propósitos fundamentales del ser humano es transformar el mundo, pero recuerden que la transformación siempre comienza por uno mismo. Decía Gandhi: “se tú el cambio que quieres ver en el mundo”.

Feliz navidad y próspero año nuevo para todos mis amigos y contactos.

miércoles, 3 de octubre de 2018

El desarrollo del capitalismo en México: agotamiento del patrón de acumulación neoliberal y emergencia de un nuevo modelo de desarrollo


Por Domingo Rodríguez Hilario
Resumen

El desarrollo capitalista mexicano ha transitado por tres patrones de acumulación: el patrón de acumulación primario exportador (PAPE), de sustitución de importaciones (PASI)  y el  secundario exportador (PASE) o neoliberal. Este último hereda las contradicciones principales (ausencia de inversión productiva y dependencia externa) que se vienen arrastrando desde los dos anteriores patrones y los lleva a un grado superlativo. Dichas contradicciones se manifiestan en desequilibrios tanto fiscales como en la balanza de pagos, en la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores, precariedad laboral, regresión en la distribución del ingreso, desempleo crónico, incremento de la economía informal y criminal, así como el estancamiento del Producto Interno Bruto (PIB). Por esta situación el modelo se encuentra agotado. El 1º. de julio del presente año se abre la posibilidad de iniciar un cambio de rumbo, un nuevo modelo, el cual dependerá de la nueva orientación y de cómo se solucionen las tensiones propias de un proceso de transformación.    

Palabras claves: Desarrollo capitalista, patrón de acumulación, neoliberalismo, nuevo modelo de desarrollo.

Introducción

A partir del primero de julio del presente año (1j/18) existe en México una sensación de cambio, lo cual se percibe en la opinión de los principales columnistas y analistas  de los diarios de circulación nacional, en los programas de opinión de radio y televisión y, por supuesto, también en la vox pópuli. El México aletargado se ha movilizado masivamente a las urnas, y a su paso hizo sentir la necesidad de dejar atrás a un régimen que ha beneficiado solamente a unos cuantos a través de la corrupción, el clientelismo y la aplicación de políticas de corte neoliberal. Ante esta situación se comienza a discutir y delinear un nuevo modelo que sea capaz de recuperar el tiempo perdido (casi cuatro décadas) para el desarrollo nacional.

En estas circunstancias, se han creado grandes expectativas sobre una posible cuarta transformación nacional que ha venido proponiendo el presidente electo Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y el Partido Regeneración Nacional (MORENA). En este contexto cabría preguntarse: ¿Cuál es el margen de acción de una propuesta alternativa al modelo neoliberal?  La respuesta no es nada sencilla, si tomamos en cuenta que un cambio social no necesariamente depende de un proceso electoral (coyuntural) y menos de la actitud voluntarista de los electores, depende en mayor medida de condiciones estructurales que van desde las internacionales (desarrollo del capitalismo mundial), del ciclo de ascenso y agotamiento de los patrones de acumulación nacional y de la correlación de fuerzas entre los actores sociales, entre otras.

El objetivo de este ensayo es indagar sobre la posibilidad de un cambio “radical”; una 4ª transformación, como lo ha venido pregonando AMLO y delineando en su Proyecto de Nación 2018-2024 y en base al cual se pretende dar fin al modelo neoliberal.[1] Para esto hago uso del método histórico-estructural haciendo un recorrido muy general sobre el desarrollo del capitalismo en México y exclusivamente a través de sus diferentes patrones de acumulación,[2] en sincronía con el desarrollo del capitalismo a nivel mundial.

Sostengo la hipótesis de que en México el patrón de acumulación capitalista de sustitución de exportaciones (PASE), mejor conocido como neoliberalismo, se encuentra agotado, por lo que hay condiciones para la emergencia de un nuevo modelo de desarrollo. El neoliberalismo se ha venido agotando desde hace prácticamente dos décadas, durante el llamado subperíodo de estancamiento estabilizador que corresponde a los últimos tres sexenios neoliberales, gobernados por Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto consecutivamente; y durante los cuales hemos perdido la oportunidad de modificar el cambio de rumbo. Este mismo agotamiento, que se pone de manifiesto por las contradicciones del patrón de acumulación neoliberal;[3]son las manifestaciones del desarrollo capitalista en nuestro país y de la capacidad hegemónica de las diferentes clases sociales que en él se van conformando y no, como a menudo se piensa, producto de políticas económicas perversas o del poco desarrollo del capitalismo.

El trabajo lo dividimos en dos partes. En la primera hacemos un recorrido general por los tres patrones de acumulación que han conformado el capitalismo mexicano, acorde con el desarrollo del capitalismo mundial. Hacemos el supuesto que la fase actual del capitalismo en México, con todas sus contradicciones, tiene sus raíces en los diferentes patrones de acumulación por los que ha transitado la economía mexicana y es desde ahí que podemos entender la posibilidad de transitar a un nuevo modelo. En la segunda parte hacemos un análisis del patrón neoliberal a través de sus principales indicadores económicos, los cuales nos dan la visión de conjunto y sustentan nuestra hipótesis de su agotamiento. Por último, concluimos con lo que serían las líneas generales para la emergencia de un nuevo modelo de desarrollo económico que revierta los saldos negativos del modelo en agonía. Dependerá de la forma en cómo se vallan resolviendo los conflictos internos y externos, es decir; los obstáculos endógenos y exógenos que impiden el desarrollo nacional dentro de un entorno internacional muy contradictorio para este propósito.

En este sentido, y siendo optimistas, después del 2018 las condiciones políticas han dado un giro de 180 grados, AMLO, MORENA y con ello el pueblo de México han recuperado la iniciativa estratégica y ahora el principal reto será romper los obstáculos arriba mencionados. Para efectos del cambio de modelo de desarrollo, habrá que concentrarse en planes y programas de largo alcance, dejar de ser oposición reactiva y delinear un marco general propositivo, mucho habrá que aprender de los países que han transitado por modelos diferentes al neoliberal del Consenso de Washington. Sirvan estas líneas para la reflexión de tal propósito.

1.- La “corta trayectoria” del capitalismo mexicano: continuidad y discontinuidad de sus patrones de acumulación.
El capitalismo[4] es el modo de producción dominante en la formación social mexicana, la que se inserta de manera tardía al desarrollo del capitalismo mundial, estructurándose en el de forma periférica y dependiente en el último tercio del siglo XIX, consolidándose con el régimen autoritario de Porfirio Díaz.[5] Existe un cierto consenso entre la escuela de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), los teóricos de la dependencia, marxistas y neodesarrollistas;[6] de que en México al igual que en América Latina (AL), hemos transitado por tres patrones muy generales de acumulación capitalista, que son: el Patrón de Acumulación Primario Exportador (PAPE) que tuvo lugar en el periodo que va del último cuarto del siglo XIX hasta los años 30s del siglo XX; el Patrón de Acumulación de Sustitución de Importaciones (PASI) o desarrollista, el cual tuvo lugar de los años 30s hasta los años 70s y el Patrón de Acumulación Secundario Exportador (PASE) o neoliberal, el cual partió de la década de los años 80s y se mantiene vigente hasta la actualidad.

Estas formas estructurales que adquiere el proceso de acumulación capitalista[7] han dado forma al desarrollo de la economía y la sociedad en nuestro país, en todo lo que va del último tercio del siglo XIX, todo el siglo XX y lo que va del siglo XXI, enmarcado en la conformación del capitalismo como sistema mundial. En la gráfica 1 y 2 podemos apreciar estos tres modelos de acumulación a través de la evolución del Producto Interno Bruto (PIB) y Producto Interno Bruto Per Cápita (PIB/PC). A lo largo de sus tres periodos podemos apreciar claramente sus puntos de quiebre y el desarrollo general del mismo.

De esta manera, podemos ver a grandes rasgos que el PAPE mostró signos de agotamiento desde el año 1900 y a partir de ahí fue muy inestable, esto último se agravó durante el proceso revolucionario de 1910 y por la recesión mundial del 29, por lo que su crecimiento promedio fue de 1.2 % anual.[8] El crecimiento promedio anual del PASI (1934-1981) represento un 6.1% y es la fase del capitalismo mexicano de mayor crecimiento y desarrollo económico que ha tenido el país. Por último el PASE o neoliberal tuvo un promedio de crecimiento de 2.2% y es una fase del capitalismo prácticamente de estancamiento.
De igual manera y tomando en cuenta el crecimiento poblacional, el crecimiento del producto por persona, es decir del Producto Interno Bruto P/C, durante el PAPE hubo un pírrico crecimiento de 0.37%.[9] El crecimiento promedio anual en el PASI (1934-1981) del PIB/PC represento un 3.17%. Por último el PASE o neoliberal tuvo un promedio de crecimiento de 0.29%. Por esto último es que consideramos al capitalismo neoliberal como la fase de estancamiento.
Veamos a mayor detalle los elementos estructurales que explican el comportamiento general de los tres modelos.

1.1.- El Patrón de Acumulación Primario Exportador (PAPE), 1880-1933.

En esta etapa la economía de América Latina logra su integración a la economía mundial de manera periférica partir de la exportación de bienes primarios requeridos por los países desarrollados (centrales) para su proceso de industrialización. Esta situación generó un proceso de intercambio desigual, pues cada vez era necesario exportar mayor número de bienes primarios para obtener la misma cantidad de productos manufacturados por el centro, dándose un proceso de subdesarrollo en la región y desarrollo en los países industriales. Así para autores como Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, el proceso que se vive es “(…) parte del proceso histórico global de desarrollo; tanto el subdesarrollo como el desarrollo son dos aspectos de un mismo fenómeno, ambos procesos son históricamente simultáneos, están vinculados funcionalmente y, por lo tanto, interactúan y se condicionan mutuamente, dando como resultado, por una parte, la división del mundo entre países industriales, avanzados o ‘centros’, y países subdesarrollados, atrasados, o ‘periféricos’.(…)”[10]

En México esta modalidad de acumulación primario exportadora se da durante el proceso de reconstrucción nacional independiente pero subsumida económicamente por el imperialismo. Era una especie de neocolonialismo, caracterizado por la especialización productiva, la extraversión y la dependencia económica.[11] Su forma de desarrollo produjo el crecimiento de la agricultura y minería en forma de enclaves de exportación, lo que propició la aparición de las principales clases sociales en esta época: una abundante clase de jornaleros agrícolas, la clase obrera  en estado embrionario y la burguesía (industrial y agrícola); esta última se integra al mercado mundial de forma subordinada, con un patrón de consumo suntuario y sin un proyecto de desarrollo nacional. Por estas características Gunder Frank la denominó lumpenburguesia. (Gunder Frank, 1971).

Este patrón de acumulación produjo una polarización social con amplias consecuencias, la cual fue irrumpida por la revolución de 1910. Sin embargo, esta forma de desarrollo fue la característica principal de la realidad mexicana hasta 1932. Por ejemplo, “en 1900 la fuerza de trabajo ocupada en la agricultura y la ganadería, ascendía al 61.9%, para 1930 todavía ascendía al 60.2%. En la industria manufacturera, México solamente empleaba el 13.6% de los trabajadores y para 1930 empleaba aun el 13.4%. El 50% de los trabajadores laboraba en la producción de alimentos y restaurantes” (Iglesias, 2002: 22)

El objetivo de la élite del poder, en este periodo, era implementar la modernización del país, inspirado en las reformas liberales; su connotación ideológica era el liberalismo económico y el positivismo. Todo esto acorde con el auge del capitalismo victoriano, denominado “la bella época” (Amin, 2000) y enmarcado en una segunda revolución industrial que tenía como base la electricidad y el ferrocarril.  No está demás decir, que el principal merito, de esta élite, fue el de impulsar el desarrollo del capitalismo. Sin embargo, la principal debilidad de su proyecto modernizador es que era altamente excluyente, por lo que muestra señales de agotamiento a partir de 1900. “Su “talón de Aquiles” fue la falta de una política social y educativa, una reforma agraria y una política de apoyo a la agricultura de subsistencia” (Suárez Dávila, 2018: 15). Aunado a ello el anquilosamiento de la clase política y el autoritarismo con la que se sostenía explican la crisis del régimen y el inicio de una de las revoluciones sociales más importantes del siglo XX. Si a esto le sumamos el agotamiento y recesión del capitalismo a nivel mundial de la segunda y tercer década del siglo XX y el entorno de guerras mundiales, comprenderemos como se fue allanando el camino para la reestructuración y el cambio de modelo económico.

1.2.- El Patrón de Acumulación por Sustitución de Importaciones (PASI), 1934-1981 y la larga fase expansiva de posguerra.

La crisis del 29 y la demanda mundial de bienes industriales incentivada por las guerras, generaron el campo propicio para el cambio de modelo de desarrollo, el cual fue sustituido por el Modelo de Sustitución de Importaciones, coincidente con la aplicación a nivel mundial del modelo de acumulación fordista-keynesiano,[12] que significó un gran impulso en el desarrollo del capitalismo en nuestro país. También se abrió la economía al ingreso del capital extranjero en las ramas de alto contenido tecnológico. La integración de AL y México a la economía mundial, en esta etapa, “se ajustó a las tendencias de los países desarrollados, que giraban en torno a la industrialización orientada a la producción masiva de productos estandarizados típico del régimen de acumulación fordista” (Gutiérrez Garza: 2003: 94). La regla de esta etapa fue el proteccionismo en contraposición del librecambismo. El mundo experimentó un crecimiento económico acelerado, situación que coincide con la onda expansiva de los ciclos largos de Kondratieff.[13] A este periodo se le conoce como la  larga fase expansiva de posguerra,[14] y no es más que otra de las fases de desarrollo socioeconómico por la que ha atravesado el capitalismo. Pero en esta ocasión es comandada por la economía norteamericana, es decir, en este periodo el desarrollo capitalista se realiza con hegemonía de los Estado Unidos de Norteamérica, ya que este fue el país que salió triunfante con la conflagración mundial.

El alto dinamismo en la acumulación de capitales que se dio en esta fase y que se expresó en el alto crecimiento de las economías, tiene sus fuentes en los siguientes hechos: 1) la reconstrucción de Europa y Japón, que a través del plan Marshall y el plan Mac Artur significó una importante fuente de expansión de los mercados y un gran incentivo a la demanda mundial, además fue una forma de cerrarle el paso a la “amenaza comunista”; 2) la industrialización parcial en los países periféricos (subdesarrollados) significó una importante fuente de demanda de bienes durables y de capital, lo que marco la forma de integración de estos países a la economía mundial en esta fase (la dependencia); 3) las políticas macroeconómicas de corte keynesiano, que estaban conformaban por políticas monetarias y fiscales expansivas y políticas cambiarias activas, incentivaron a la demanda efectiva y la integración productiva de las clases subalternas (campesinos y obreros) en el modelo de acumulación, ya sea como fuente de creación de excedentes y/o como fuente de demanda de los productos industriales, razón por la cual se tuvo un desarrollo del mercado interno; y 4) el Estado se erigió como centro dinamizador de la acumulación del capital, no solo por su intervención macroeconómica, sino también por la importancia del monto de su inversión en ramas estratégicas de la economía, (como ejemplo en México está la expropiación petrolera y de la industria eléctrica, la creación de infraestructura de comunicación, la reforma agraria, etc.).

En México esta fase coincidió con la concreción de las demandas de la revolución mexicana plasmadas en la constitución ―la rectoría del Estado en la economía, la reforma agraria, la expropiación de los recursos estratégicos de la nación, la expansión de la educación pública y los servicios de salud, la necesidad de elevar el consumo de las masas, etc.― y una coyuntura favorable en el ámbito internacional, ya que por la guerra mundial los países desarrollados comenzaron a elevar su demanda de productos básicos y de energéticos, lo que abrió una oportunidad para la industrialización de los países como éste. De esta forma, nuestro país entró a la fase de acumulación keynesiano-fordista que por su integración periférica se expresó, más bien, como un modelo de SI, entrando en una larga fase de crecimiento que se popularizo como “el milagro mexicano”. Este “milagro” económico pasó consecuentemente por tres subfases que son: el crecimiento con inflación (1934-1956); el desarrollo estabilizador (1956-1970); y el crecimiento con inflación y desempleo (Labra, 1987: 38) o “desarrollo compartido” (1971-1981). En esta última fase se mostraron los signos de agotamiento del modelo y la acumulación de contradicciones del desarrollo capitalista en sus dos modelos.

Si queremos encontrar la clave más dinámica del modelo, fue el denominado pacto social y que Carlos Tello caracteriza de la siguiente forma: “(…) En la práctica, el Desarrollo Estabilizador fue una división del trabajo entre el gobierno, por una parte y, por la otra, los empresarios, los obreros (incluyendo maestros y burocracia) y los campesinos en la que cada quien ponía algo de su parte. Los empresarios, incluyendo –a los banqueros–, se comprometían a invertir, y mucho, y a cambio de ello tendrían utilidades considerables. El gobierno les daría el apoyo necesario, incluyendo todo tipo de subsidios, para que así fuese. El sistema tributario no gravaría en exceso a las utilidades de sus empresas y los intereses y los dividendos mantendrían su carácter de ingreso personal anónimo para fines tributarios. La industrialización del país, que llevarían a cabo fundamentalmente los particulares con el apoyo del sector público, se desenvolvería, en el capítulo de las manufacturas, bajo un rígido sistema de protección (tarifas y controles cuantitativos) frente a la competencia del exterior. A cambio de todo ello, los empresarios se comprometían a dejar en manos del gobierno (en realidad en manos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público) todo lo relacionado con la definición de la política económica y social y ciertas actividades clave para el desarrollo nacional (i.e., energéticos). De surgir algún conflicto, se resolvería en los corredores de Palacio Nacional (domicilio de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público). De no llegarse a un acuerdo, se acudiría al árbitro de última instancia, el Presidente de la República. (…) (Tello, 2010: 67: 68). Es en estas condiciones que México tuvo, lo que se considera hasta la actualidad como la mejor etapa de desarrollo económico y se explica el alto crecimiento del PIB promedio del periodo de 6.1% y 3.17% del PIB/PC respectivamente.

También podemos decir que otras claves del dinamismo fueron las políticas de orientación keynesiana combinada con la economía neoclásica de mercado, por lo que es prudente hablar que se aplicó el modelo de la síntesis neoclásica. Aunado a ello se siguieron las recomendaciones de la CEPAL de planeación del Estado y de compensar la escasez de ahorro interno con el ahorro externo, por lo cual se le dio un papel importante a la inversión extranjera directa (IED) ahondando de esta forma la dependencia con el exterior, ya que en México teníamos el mercado de consumo y en el extranjero el mercado de bienes de producción[15]o lo que en términos de la economía política significa: que en el MASI se logró sustituir a gran parte del sector II (bienes de consumo) pero la mayor parte del sector I (bienes de producción) lo seguíamos importando del exterior, esto determina que “el impulso a la producción interna de bienes de consumo reclama importaciones crecientes de bienes de capital, que incluso suelen traer consigo que el coeficiente global de importación aumente” (Aguilar, 1975b: 57), lo que sería la principal causa de los desequilibrios y principal contradicción del modelo.

Reforzando lo antes dicho: en 1952, “de una muestra de las principales empresas públicas y privadas más grandes que operaban en México, las empresas multinacionales ya controlaban el 54% de las ventas. Entre 1950 y 1969, la inversión extranjera directa en México aumento 5.3 veces, de 566 a 3,023 millones de dólares, lo cual representó una tasa mucho mayor que la del crecimiento del PIB del país.” (Margáin, 1995: 98). En consecuencia, ya a finales de los años 60s e inicios de los 70s, el modelo comenzó a perder dinamismo, lo cual se manifestaba en los constantes desequilibrios de la balanza comercial; primero agropecuaria y después de toda la economía; aunada a una crisis fiscal de gran envergadura. Por todo lo anterior, el crecimiento del PIB se hizo más lento, razón por la que se recurrió a constante endeudamiento externo con repercusiones en el alza generalizada de los precios.

Otra contradicción del modelo es el alto grado de oligopolización, ya que la concentración del ingreso y el patrimonio hacen que la economía demande bienes suntuarios (importables) y le genera restricciones por el lado de la demanda, tan es así que Rolando Cordera y Clemente Ruiz Duran denominaron a esta etapa como del desarrollo oligopólico (Cordera, 1980). De esta manera ya hacia finales de 1968 “el 40% de la población más pobre recibía poco menos del 11% del ingreso total (10.6%), mientras que el 10% más rico recibía cuatro veces esta cantidad (42.4%). El coeficiente de Gini[16] se situaba alrededor de 0.54, y la distribución del ingreso de este año, comparada con la de 1950 no había mejorado (Cruz Roa, 2011: 58, 59). Esto hacia muy poco sustentable al modelo en el mediano plazo.

Las condiciones imperantes en la década de los 70s (de desequilibrio) pudieron ser subestimadas debido a un entorno interno y externo favorable para la economía: en el ámbito externo, los excedentes de capitales comenzaron a presionar a los países del tercer mundo para acomodarse en forma de deuda, por lo que se dieron facilidades para recurrir al crédito internacional y los precios del petróleo comenzaron a subir debido a la favorable negociación de los países que conformaron la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP); y en el ámbito interno, el descubrimiento de yacimientos de petróleo hizo posible la petrolización de la economía y la adquisición irresponsable de deuda (situación que caracteriza a los gobiernos de Luís Echeverría Álvarez y José López Portillo en el llamado desarrollo compartido).

1.3.- Crisis del MASI e implantación del Modelo de Acumulación Secundario Exportador (MASE) o neoliberal, 1980-2018.

La situación de bonanza en medio de las contradicciones de la década de los 70s cambio a inicios de los años ochenta debido a la caída de los precios del petróleo que tuvo como causa el cambio del patrón energético de Estados Unidos. Además, las políticas restrictivas aplicadas por el gobierno de Reagan en ese país hicieron subir de forma repentina las tasas de interés internacionales, por lo que México se vio inmerso en una de las más grandes crisis de su historia, la crisis de pagos de 1982, situación que ponía de manifiesto la decadencia del patrón de acumulación de posguerra en nuestro país.

Esta crisis económica se manifestó como una crisis financiera o de pagos, y tiene sus causas en las contradicciones del patrón de acumulación de la fase expansiva de posguerra; el primero y principal, que ya abordamos en el capítulo anterior: que el proceso de industrialización no abarcó al sector I de la economía, es decir, no sustituyó a la producción de bienes durables y la industria pesada que seguía siendo importada, o lo que es lo mismo, el proceso de industrialización quedó trunco (Fajnzylber, 1987). El otro aspecto importante a considerar, es el hecho de que dentro del sistema capitalista de producción no se puede sostener la acumulación dinámica con el sólo aliciente de la demanda en el largo plazo, parafraseando a Kalecki: “a largo plazo, el mayor poder de regateo salarial puede llevar a entorpecer e incluso anular el mecanismo keynesiano. Así, cuando llega un momento en la posguerra en la que el salario real comienza a crecer igual o más rápido que la productividad, efectivamente la tasa de plusvalía se congela o cae, pero al aumentar el costo unitario de la fuerza de trabajo, unido al impacto de las estructuras oligopólicas, las presiones inflacionarias tienden a ser mayores con lo cual el mecanismo keynesiano se torna disfuncional y obliga al reordenamiento estructural” (González y Gómez, 2010: 119).

Aunado a estas contradicciones que hicieron insostenible el patrón de acumulación en el largo y mediano plazo, hubo en México otras más específicas; sobresalen los hechos de que la industrialización sentó sus bases sobre la apropiación de los excedentes agrícolas vía el intercambio desigual, con lo cual se descapitalizó a este sector; el proteccionismo indiscriminado le restó competitividad a la economía en su conjunto, la oligopolización de la economía y la mala distribución del ingreso era un obstáculo al dinamismo del modelo; los “altos salarios” y el gasto social disminuían posibilidades a la expansión privada de la acumulación (lo que va contra la lógica del capital); la estructura económica se volvió dependiente del exterior, por lo cual muchos de sus excedentes salían del país (ya sea en forma de pago de derechos y regalías, por el intercambio comercial desfavorable o vía la deuda externa), lo que fue denominado por los teóricos de la dependencia como la “nueva dependencia”. A todo esto se suma el hecho de que a finales de los sesentas, en el ámbito internacional, comenzó una larga fase depresiva de la economía capitalista mundial que bien se puede interpretar como la fase B depresiva del largo ciclo Kondratieff.

Esta larga fase depresiva que comenzó a finales de los años 60s e inicios de los 70s, tuvo su correlato internacional en medio de una crisis de sobreacumulación y por ende de caída de las tasas de ganancia, por ejemplo, en los EU las tasas de ganancias entre 1966-1970 eran del 7.7% y ya para 1971-73 eran del orden de 5.5% (Ayala, 1980). Esta crisis de sobreacumulación se expresaba de diferentes formas: en el ámbito mundial como una crisis monetaria que derivó en la famosa crisis del petróleo; en México se expresó como crisis fiscal y de la deuda. Las políticas que se siguieron para solucionar esta situación, son las reformas estructurales neoliberales, las cuales fueron la respuesta a la crisis del capitalismo, tanto a nivel mundial como en los países en “vías de desarrollo” y en estas circunstancias México fue presionado, con el ancla de la deuda externa, para firmar las cartas de intensión del Fondo Monetario Internacional (FMI) y seguir las recomendaciones del Banco Mundial (BM) que consiste precisamente en poner en práctica las reformas estructurales que responden a las necesidades de reactivación de las tasas de ganancia a nivel mundial y nacional; para esto, la burguesía mundial y nativa decidió la puesta en marcha de un nuevo proyecto acorde a sus necesidades de expansión, el denominado Consenso deWashington.[17] Este consenso tiene como principales políticas económicas las siguientes: estabilizar la economía a partir de políticas de choque para detener la estanflación.[18] Este era la finalidad del Programa Inmediato de Reordenación Económica (PIRE) y de todas las políticas de estabilización y de pacto que se siguieron.

En síntesis, estas políticas significan la disminución del gasto social, la aplicación de políticas económicas restrictivas (fiscal y monetaria), la privatización de las empresas paraestatales, la apertura comercial y el mantenimiento del tipo de cambio flexible pero controlado; en una segunda fase las reformas estructurales consistieron en: la privatización de muchos servicios que ofrecía el estado como educación y salud, la privatización del ejido y la apertura comercial a partir de los tratados comerciales como la adhesión al General Agreement on Tariffs and Trade ―en español conocido como Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (GATT) y que después se convirtió en la Organización Mundial de comercio (OMC)― en el 86 y la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) a inicios de los 90s, es decir, la integración de la estructura económica mexicana a la globalización.

Todas estas medidas tendían a la mercantilización de la vida social y dar un paso atrás a las conquistas conseguidas por los trabajadores dentro del propio sistema, es decir, son un intento por reestructurar al capitalismo y salir de la crisis a expensas de las masas trabajadoras. “El ajuste, en este caso, busca redefinir los patrones de tendencia de la distribución del ingreso. Es decir, se trata de redefinir el valor de la fuerza de trabajo (esto es, aumentar la tasa de plusvalía) y el mecanismo fundamental que inicialmente se aplica es el de una drástica reducción de los salarios reales. Esto, a su vez, se logra por la vía de la coacción extraeconómica (bayonetas) y la más propiamente económica (desocupación estructural).” (González, 2010: 119)

El objetivo, en nuestro caso, es la expansión del capitalismo norteamericano, como bien lo han demostrado Arturo Huerta, Eduardo Margáin, Raúl Delgado y Oscar Mañán (ver Huerta, 1991, Margáin, 1995 y Delgado, 2005). De esta manera, la crisis del régimen de acumulación a nivel internacional obligó a las grandes corporaciones transnacionales (GCT) a colocar sus productos y excedentes de capital fuera de sus fronteras territoriales, con lo que podemos decir que entramos a una nueva etapa en la economía mundial y latinoamericana que “sin resolver los viejos problemas estructurales de desequilibrio entre los sectores de la producción van apareciendo nuevas tendencias centradas en la modernización productiva, la supremacía de los mercados y la supremacía del capital financiero internacional, estrategias impulsadas por el neoliberalismo y las leyes del mercado”. (Gutiérrez, 2003: 95). Es decir y siendo más precisos, “los cambios estructurales que propicia la política económica actual se darán en función de las necesidades del gran capital nacional y extranjero y no en función de las necesidades de revertir las contradicciones del sistema” (Huerta, 1991: 166).

En estas condiciones, el capitalismo contemporáneo mexicano se reproduce en el ámbito mundial más que en el nacional, se trata ahora no de sustituir importaciones sino de sustituir exportaciones, es decir, abocarse al mercado mundial con nuestras ventajas competitivas y comparativas,[19] y sus características principales son: preeminencia del capital financiero y de servicios sobre el productivo; el sistema ya no sólo tiende a la explotación sino a la exclusión permanente ―debido al nuevo patrón tecnológico en el que se desarrolla el capitalismo actual―,[20] por lo que existe el desempleo crónico, la economía informal y una tendencia a la tercerización de la economía en detrimento de la industria; existe mayor dependencia y sincronización de los ciclos internacionales de producción y tendencia al estancamiento. Por todo esto, no sólo hemos arrastrado con las contradicciones de los anteriores modelos, sino que estas se han profundizado; dependencia y desequilibrio externo, caída del poder adquisitivo del salario por la presión de los desempleados, regresión en la distribución del ingreso, subempleo, precarización del trabajo e informalidad, son mecanismos básicos del modelo para refuncionalizar la tasa de ganancia ahora en un entorno transnacional.

2.- El Patrón de Acumulación Secundario Exportador (PASE): continuidad y contradicción del desarrollo capitalista en México.

A más de 35 años del modelo económico neoliberal (PASE) los saldos han sido muy desfavorables para la clase trabajadora y el pueblo en general, por ejemplo, se sabe que del año 1976 (cuando el salario mínimo alcanzó su máximo histórico) hasta la actualidad, el salario perdió el 74% de su poder adquisitivo, como puede apreciarse en la gráfica 3. Esto quiere decir que en 1976 el salario a precios de este año (2018) sería de un total de 330 pesos, con lo cual nos alcanzaría para comprar 17 litros de gasolina (precio de la magna $19.28), en lo que hoy sólo nos alcanza para comprar 4 y medio con un salario de 88 pesos al día. Con ese mismo salario del 76, compraríamos más de 23 kilos de tortilla,[21] en lo que hoy solo nos alcanza para comprar un poco más de 6 kilos. Esto nos demuestra cómo se ha venido deteriorando el ingreso de los trabajadores, pero esto no es fortuito o accidental, es objetivo implícito del modelo, recordar que la reestructuración capitalista es para recuperar las tasa de ganancia a favor del capital.
De esta manera vemos que las ganancias de los capitalistas, que en contabilidad nacional equivalen a los excedentes de operación o utilidad bruta, han venido creciendo, en contrapartida, la participación de los trabajadores en el ingreso nacional disponible (IND) ha ido a la baja en todo lo que va del modelo neoliberal como se muestra en la gráfica 4. “Con una metodología comparativa, la OCDE indica que las remuneraciones salariales como porcentaje del Ingreso Nacional Disponible representan (2015) entre el 50 y el 53% en Estados Unidos, Canadá, Francia, China, Alemania, Reino Unido y Dinamarca; en Suiza el 59.6%; y en México el 27.4%.En la otra cara, el excedente de operación (la utilidad bruta de las empresas) sólo representa en esas economías avanzadas entre el 33 y el 40% del IND. En México el 66.8%” (Márquez, 2018a).
Esta misma situación se refleja en la distribución personal del ingreso, según las Encuestas Nacionales de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) que realiza el INEGI, la distribución del ingreso es prácticamente catastrófica, para el año 2016  el 10% de la población con mayores ingresos concentraba el 36.30%, mientras que el 10% de la población más pobre vivía con el 1.76% del ingreso. Si dividiéramos en dos grandes rubros a la población total, el 50% de la población con más altos ingresos concentraría el 80% del ingreso nacional y el otro 50% de más bajos ingresos concentra apenas el 20%. (ENIGH, INEGI, 2016). En estas condiciones el Coeficiente de Gini (en base a la misma encuesta) es de 0.448. En este sentido se cumple el objetivo implícito del modelo, que es reactivar las tasas de ganancia y la acumulación del capital, ya que se ha dado una concentración masiva del capital, por ejemplo, en 1994 la revista Forbes reportó que la fortuna de los 24 magnates mexicanos favorecidos con el salinismo ascendía a 44 mil 100 millones de dólares que equivalía al 11% del PIB, ya para el 2007 este mismo porcentaje lo acaparaban sólo 10 magnates y equivalía a 74 mil 100 millones de dólares (Fernández-Vega, 2007). Estos archimillonarios que controlan los principales oligopolios del país, están asociados a los nombres de Carlos Slim, Emilio Ascarraga, Salinas Pliego, Aramburuzavala, Zambrano, los Sabas, la familia Servitje, Garza Lagüera, Sada González, Soberón Kuri entre otros.

Por otro lado y en contraposición del éxito de la estructura de acumulación (concentración del ingreso y expropiación del fondo salarial por parte de la clase capitalista), esta misma estructura es inviable para el desarrollo del país, ya que contrae la demanda nacional, desincentiva la inversión y con ello incrementa el desempleo, la exclusión y el estancamiento del PIB y el PIB/PC, como lo pudimos apreciar desde la Gráfica 1 y 2. Así para México en lo que respecta al MASE, “a pesar del aumento neto de los niveles de ahorro en la economía mexicana, éstos no se traducen en tasas de crecimiento sostenido. La premisa de “generar ahorro y luego inversión y crecimiento” en realidad no se cumple para el caso de México, debido a que los niveles de inversión dependen más de la evolución de la demanda agregada, la cual ha sido muy baja.” (Góngora, 2013: 12). Y cuando esto sucede (ausencia de demanda) el ahorro no se canaliza a la inversión productiva, sino a la especulación financiera y al consumo suntuario o despilfarro.

Tomando en cuenta que la inversión es el motor principal de una economía y que en el SCNM es el equivalente a la Formación Bruta de Capital Fijo (FBCF),[22] en México este no ha crecido a un ritmo que pudiera arrastrar a la economía en una espiral de crecimiento ni su monto respecto al PIB es suficiente, haciendo una analogía “es conveniente analizar lo sucedido a partir del año 2000: mientras que China registró, en promedio, 40% de FBCF como proporción del PIB y tasas de crecimiento económico de 10%, México, con 20% de FBCF con respecto al PIB, apenas consiguió superar la barrera de 2% de crecimiento promedio anual” (Góngora, 2012: 8). Y esta poca inversión, compuesta principalmente por el ramo de la construcción de vivienda y maquinaria y equipo (esta última con un alto componente importado), sigue “estando reservada para las grandes empresas y corporaciones. El escaso financiamiento productivo en México explica, en gran medida, por qué las importaciones y la inversión extranjera han desempeñado una función cada vez más trascendental, en detrimento de la estructura productiva nacional” (Góngora, 2012: 9). Abandonamos el desarrollo del mercado interno para dar paso a la integración de eslabonamientos productivos globales aprovechando la principal ventaja competitiva con la que contamos, la abundancia de mano de obra barata. En esto invertimos el bono poblacional de la explosión demográfica que se viene dando desde los años 70s.

La escasa inversión y el poco crecimiento del PIB ha exacerbado el desempleo que se venía arrastrando desde los anteriores patrones de acumulación, pero en esta ocasión el fenómeno se ha agravado, debido a la diseminación del patrón tecnológico de la tercera revolución científica y tecnológica. Al capitalismo informático cada vez se le dificulta más absorber la fuerza de trabajo, por el contrario entre más avanza éste, la situación se agrava.[23] Desde que estalló la crisis del PASI, hemos tenido un constante déficit de empleos, como podemos apreciarlo en la gráfica 5. Ahí podemos ver que el sexenio que está por culminar, el de Enrique Peña Nieto (EPN), es el de menor déficit de empleo de los gobiernos neoliberales; con 1 millón 850,936 personas en edad de trabajar las cuales no tuvieron acceso al empleo formal. Muy similar al déficit que dejó Luis Echeverría de Alvares. Sin embargo, del total de trabajadores formales que se ubicó en 19 millones 418,455 personas en 2017, es decir unos 3.4 millones de asegurados desde 2012 a la fecha, el 74% de las nuevas plazas no pagan más de 3,842 pesos. “Resulta difícil observar crecimientos sostenido a más de 2.5% y esto podría ser relacionado en parte porque los salarios son bajos” (Navarro, 2018), además un gran porcentaje de esta nuevas plazas simplemente se desplazaron del sector informal al formal mediante un proceso de regularización, es decir no podemos contarlas como empleos creados. En estas condiciones, la población mexicana ha puesto en marcha “estrategias de sobrevivencia” que consisten en: la emigración masiva (cruzan la frontera a los EU a razón de un emigrante  mexicano por minuto), el empleo informal (que representa el 30% de la población ocupada) y la economía criminal.[24]
En el mismo orden de ideas, el alto componente de explotación, exclusión y estancamiento que tiene el modelo se debe a que las superganancias en nuestro país no se reinvierten en la esfera productiva, más bien como lo ha venido demostrando José Valenzuela Feijóo, alrededor de un 20% del aumento total de la tasa de plusvalía, durante dicho modelo, se explica por la mayor productividad, pero el 80% de dicho incremento se explica por los menores salarios (Valenzuela, 2005). Ahora bien, ¿en dónde están esas superganancias acumuladas? el mismo autor nos menciona que el 80% de estos excedentes se gasta en consumo improductivo, es decir, se despilfarra. Este gasto improductivo, en la medida que es una fuente de demanda (junto con las remesas y los ingresos del petróleo), ha logrado, si bien que la economía no se derrumbe, pero no así ha evitado que la economía se encuentre estancada.

Es decir la acumulación de capital en México no se traduce en mayor inversión, crecimiento del empleo y del producto, por lo tanto, decimos que el modelo se encuentra agotado. Este agotamiento se traduce en un periodo de estancamiento prolongado que abarca los últimos tres sexenios neoliberales y que Suarez Dávila ha denominado estancamiento estabilizador (Suárez, 2018).
Conclusiones: ¿Estamos ante la emergencia de un nuevo modelo de desarrollo económico y social?

Los patrones de acumulación de capital no son planteamientos voluntaristas o intenciones maquiavélicas de gobiernos (nacionales o extranjeros), son eso, pero sobretodo las consecuencias estructural del desenvolvimiento del desarrollo del capitalismo, un modo de producción que se ha mundializado y que por lo tanto, su lógica ahora se desenvuelve en el ámbito global de la economía. Esta situación tiene sus bases materiales en la larga fase expansiva de posguerra con su consecuente crisis y reestructuración; la profundización de la internacionalización del capital, la cual fue acelerada por una tercera revolución industrial (informática) y una nueva división internacional del trabajo.

En esta perspectiva, el planteamiento de un nuevo modelo de desarrollo realista debe tomar en cuenta el hecho de que la reproducción del capital ahora se da en el mercado mundial, y que cualquier intento de liberación del trabajo pasa necesariamente por la recuperación de la perspectiva mundial de la lucha de clases y las tensiones entre nacionalismo y globalización. Además que la forma de reproducción del capital y la explotación de la fuerza de trabajo aparece hoy, más oculta que nunca, esto debido a que las principales clases sociales del capitalismo se desdibujan―por el nuevo régimen de acumulación flexible y el nuevo patrón tecnológico― pero no desaparecen. Por eso también la lucha en la actualidad es multiclasista y multifacética. En la actualidad, una propuesta alternativa debe tomar en cuenta las principales características del capitalismo contemporáneo, de lo contrario no se tiene idea de contra qué se lucha.

El nuevo gobierno tiene que contemplar más allá de una alternancia en el poder, un cambio de régimen y un cambio de modelo de desarrollo que nos ayude a recuperar el tiempo perdido[25] al que nos condujo la larga noche neoliberal. Un modelo que sea capaz de lograr el tan anhelado despegue económico y social. Para eso “el principal reto económico de la siguiente administración será romper el círculo vicioso provocado por un modelo basado en el estancamiento estabilizador, de ajuste fiscal restrictivo que ha provocado el sacrificio de la inversión pública y privada” (Fernández-Vega, 2018), se requiere la multiplicación de la inversión pública para crecer a por lo menos el 6% del PIB y creando alrededor de un millón de empleos anuales y en esta forma ir cerrando la brecha que tenemos con los países desarrollados.

En función de este objetivo prioritario, es necesario hacer una reforma fiscal progresiva y redistributiva y hacer que las grandes empresas nacionales y transnacionales dejen de evadir y eludir al fisco a través de los regímenes especiales, los cuales significan el 14% del PIB, en lo que la austeridad republicana y el combate a la corrupción, que plantea AMLO, nos va a generar solamente un ahorro de 3% del PIB.[26] Hacer una inversión de por lo menos el 8% del ingreso nacional para educación y 2% para ciencia y tecnología para lograr terminar con la dependencia tecnológica del exterior. Lograr un estado fuerte que conduzca el desarrollo nacional y la creación de un sistema financiero supeditado al objetivo del crecimiento y no solo a la estabilidad macroeconómica, una política industrial y agrícola que desarrolle encadenamientos productivos y fortalezca el mercado interno, la soberanía y seguridad alimentaria a partir de la recuperación del empleo y el poder adquisitivo de los salarios.

Esta es la única forma que asegura terminar con el estado de privilegios, la pobreza y el clima de violencia a nivel nacional en el mediano plazo y lograr el despegue socioeconómico ―como lo han demostrado todos los países que han recorrido este camino (EU, Alemania, Japón,  China, Corea, Singapur) y son las lecciones que nos da la historia económica mundial y de México, sobre todo en sus fases de crecimiento― y es lo que asegura la permanencia en el poder del nuevo gobierno y el partido MORENA. En este sentido, las medidas anunciadas por el presidente electo (la austeridad republicana, combate a la corrupción y subsidios a los jóvenes y adultos mayores) son un paso necesario pero no suficiente para trascender a un nuevo modelo de desarrollo. Dejamos aquí esta aseveración para los próximos debates que, en hora buena, se vienen.
                    


[1]“El próximo mandatario dijo…  que “está terminando un modelo que se aplicó por más de 30 años y que, como es evidente, no ha funcionado; una política económica fracasada”. El neoliberalismo, agregó, ha dejado cifras poco alentadoras en lo económico, en lo social, en la seguridad y en lo científico.” (La Jornada, 2018). También en un documento que se elaboró para promover el PN18-24, se dice que este proyecto tiene como objeto: “generar políticas públicas que permitan al país romper la inercia de bajo crecimiento económico, incremento de la desigualdad social y económica y pérdida de bienestar para las familias mexicanas –tendencias que han marcado al país en los últimos 35 años– y emprender un cambio de rumbo.” (MORENA, 2018: 7).
[2]Para fines prácticos, entenderemos por patrón de acumulación como sinónimo de “modelo de desarrollo”,  “fase o etapa  del capital”, “modalidad del capital”, “patrón de reproducción del capital” o “régimen de acumulación”. Y lo entenderemos como la sincronización de las relaciones de producción con las fuerzas productivas (teniendo como núcleo la producción y la realización de la plusvalía) y su desenvolvimiento socioinstitucional correspondiente. Para Valenzuela Feijoo un patrón de acumulación es “una modalidad de la acumulación capitalista históricamente determinada”, lo cual implica “un criterio de periodización histórica… no se trata de acumulación capitalista a secas, sino de cierto modo que esta asume en un periodo dado… se trata por ende, de recalcar la especificidad que adquiere el fenómeno más general” y este “se debe caracterizar por su relativa coherencia interna” (Valenzuela, 1990: 61).
[3]Como son: el estancamiento, la concentración del ingreso, la pérdida del poder adquisitivo del salario, la informalidad, el desempleo, la emigración, la precariedad y desintegración de los tejidos sociales, entre otras.
[4] Sus principales características son: a) existen dos clases sociales fundamentales y antagónicas: los capitalistas y los obreros asalariados; los primeros se apropian del trabajo de los segundos en virtud de que son los dueños de los medios de producción; b) se producen mercancías en forma generalizada; c) es una economía monetaria (todo se cambia por dinero); d) funciona el mercado, donde se establecen las relaciones comerciales; e) la forma de explotación es la plusvalía; f) al capitalismo no le interesa satisfacer las necesidades sociales sino obtener mayores ganancias (Zorrilla: 2001: 27).
[5] Existe una coincidencia respecto a la tesis planteada por Aguilar Monteverde de que el capitalismo como modo de producción dominante se impone en el último tercio del siglo XIX y es el modo de producción vigente hasta la actualidad (Aguilar: 1975a). Con algunas variantes Rolando Cordera y Clemente Ruiz Duran también coinciden en que el capitalismo se inicio en esta etapa de la historia de México, aunque ellos lo ven más como una transición o expansión del capitalismo, espacial y estructural, tratándose de un “proceso de “ocupación” y “desalojo” de territorios y formas de organización de la producción a escala nacional por parte del capitalismo”. Es el “lanzamiento del proyecto liberal para la organización capitalista de México, hasta su consumación en un régimen oligárquico y en una economía primario dependiente” (Cordera Campos, 1980: 18).
[6]  Ver De La Fuente Limón, 2013, Gutiérrez Garza, 2003, Suárez Dávila, 2018 y Valenzuela Feijoo, 1990.
[7]  La acumulación capitalista se define como la parte creciente de la plusvalía que se aplica a la adquisición de medios de producción (capital constante) y fuerza de trabajo (capital variable); es “la transformación de plusvalía en capital suplementario” y la base misma del crecimiento de la producción en el sistema capitalista. Está ligada a la circulación del capital, a la reproducción permanente de sus diferente formas… es una circulación ampliada” (Marx Bernard: 1983: 80).
[8] Aquí habrá que considerar que solamente tenemos datos de 1896 a 193, por lo que no contempla el crecimiento de la primera expansión capitalista, es decir, estamos considerando solamente la fase de agotamiento de este Patrón Primario Exportador, existen otros estudios que sí abarcan el periodo –como el excelente estudio de J. Ros y J. C. Moreno Brid, Development and Growth in theMexicanEconomy– y que consideran que el periodo de mayor crecimiento y de largo plazo en la economía mexicana, solamente después del periodo desarrollista,  se dio entre 1870-1913, detectan en general para este periodo un crecimiento de  3.4%. (ver Suárez Dávila, 2018:13).
[9] Tomando en cuenta que sólo he considerado el último periodo de este modelo, es decir, de su agotamiento desde el año 1900 hasta 1933 y que no contamos con datos durante el periodo de guerra revolucionaria (1911-1920).
[10]Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo, Siglo XXI, México, 1976, p. 6. (Citado en Lechuga Montenegro, 2014:13)
[11] Para una caracterización más precisa de los conceptos: países centrales, países periféricos, intercambio desigual, especialización productiva, extraversión y dependencia revisar la obra de  Martínez Peinado y Vidal Villa, 2005.
[12]En síntesis, podríamos decir que este modelo integró las técnicas de producción del taylorismo ―la ultraespecialización productiva, la integración vertical de la empresa y la eliminación de los tiempos muertos― y las diseñadas por Henri Ford ―el consumo en masa, la estandarización de la producción y la popularización del crédito, etc. ―, lo que significó la integración de las clases sociales subalternas al régimen de acumulación como fuente importante de la demanda y por lo tanto de la conformación del mercado interno (Rubio, 2000).
[13] Para Bernard Marx, estos ciclos comprenden “una fase de larga duración de tendencia al crecimiento y una fase de larga duración en donde predominan las dificultades”, en donde los ciclos decenales y de larga duración se interrelacionan dialécticamente. Así durante las ondas largas de dificultades, en el ciclo corto son más intensas y largas las depresiones y en las ondas largas de crecimiento, éste es el predominante, el crecimiento, en los ciclos cortos y las fases depresivas se acortan. De esta forma, “en las fases de crecimiento de larga duración, las crisis periódicas aparecen un tanto como simples paliativos de la acumulación mientras que, en las fases de dificultades de larga duración, son las fases de expansión las que aparecerían como paliativos de la depresión (...) se habla de crisis de estructura a propósito de estos periodos” (Marx Bernard, 1983: 133).
[14] Periodo muy bien estudiado por economistas marxistas de renombre como Samir Amin y Paul M. Swesy (ver Amin, 2000 y Sweezy, 1998).
[15] En este sentido Severo Iglesias afirma que “se había tratado de impulsar la rama económica que produce bienes de consumo para la población, pero no se impulso la rama productora de maquinaria, equipo, materias primas, materiales intermedios, etc. (...) Se daba entonces la paradoja de que a medida que México se industrializaba y crecía más, se volvía más dependiente” (Iglesias, 2002: 24).
[16] “El coeficiente de Gini es una medida de concentración del ingreso: toma valores entre cero y uno. Cuando el valor se acerca a uno, indica que hay mayor concentración del ingreso; en cambio cuando el valor del Gini se acerca a cero la concentración del ingreso es menor.” (INEGI, 2016).
[17] El “Consenso de Washington” estableció las normas mediante las cuales el FMI y el BM actuaron como instrumen­tos de coerción para la aplicación de una rígida estrategia económica donde la prioridad es la eficiencia económica sobre la distribución, así como el endeudamiento y la especulación sobre la economía real” (Órnelas Delgado, 2004: 106). En el fondo las ideas políticas y sociales en que se fundamenta dicho consenso no son nada nuevas, son el reciclamiento del neoclasicismo y el marginalismo con un toque renovado de la Sociedad de MontPelérin (Hayek, Friedman, Popper, Lionel Robins, Von Mises, Lippman y Mandariaga) y esta era como bien lo describió Perry Anderson en su “balance del neoliberalismo”, “una suerte de francmasonería neoliberal, altamente dedicada y organizada, con reuniones internacionales cada dos años. Su propósito era combatir al keynesianismo y el solidarismo reinantes, y preparar las bases de otro tipo de capitalismo, duro, y libre de reglas para el futuro” (citado en Órnelas Delgado, 2001: 19).
[18]Fenómeno inédito (muy poco estudiado por la teoría económica) en la economía y que combina estancamiento con inflación.
[19] Lamentablemente nuestra principal ventaja comparativa y competitiva, esto antes de la entrada de China a la OMC en el año 2001, era la abundante mano de obra barata, y esta ventaja fue la que sostuvo el modelo de la maquila directa y encubierta, así como la exportación de mano de obra barata (Delgado, 2005 y Juárez, 2004).
[20]Vivimos la era del capitalismo informático, es decir en la era de la vulgarización de los inventos y descubrimientos de la Tercera Revolución Científico y Tecnológica (TRCT) del capitalismo de posguerra, lo cual hace que los sistemas productivos prescindan cada vez más del capital variable (trabajo vivo), por ende hay males crónicos insuperables del propio modo de producción capitalista, como la precarización laboral, el desempleo, el subempleo, el trabajo informal y la exclusión permanente de los “excedentes de población”. (De la Fuente, 2013).
[21] Alimento básico de los mexicanos, su precio ponderado al día de hoy oscila en 14 pesos.
[22] La FBCF “es el aumento de los bienes duraderos que son capaces de producir otros bienes y servicios, e incluyen los mejoramientos de terrenos, las adquisiciones de plantas, maquinarias y equipos y la construcción de carreteras, ferrocarriles y obras afines como escuelas, oficinas, hospitales, viviendas residenciales privadas, así como los edificios comerciales e industriales.”(Góngora, 2012:7).
[23] Esta tendencia ya había sido prevista por Karl Marx, y hoy cobra más vigencia, debido a que se ha formado un gran ejercito industrial de reserva permanente y una gran masa de subempleados, trabajadores precarios, informales y excluidos del sistema.
[24]Según estimaciones oficiales, en todo México hay algo más de 36 mil personas con paradero desconocido y 250 mil muertes violentas durante los dos sexenios anteriores (el de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. N.P.)” (Martínez Cristo, 2018).
[25] Casi cuatro décadas perdidas para el desarrollo nacional, considerando que en 1980 teníamos las mismas condiciones de desarrollo que los países del sudeste asiático y China.
[26] “los ahorros, la austeridad y el combate frontal a la corrupción serán acciones de gran importancia pero a todas luces insuficientes pues sólo representan un rescate de fondos presupuestales de entre 2 y 3% del PIB… Con que las empresas formalmente registradas en el país pagaran el 30% establecido sobre sus utilidades, el fisco recibiría con ello poco más del 14% del PIB en vez del 3.6% que capta actualmente” (Márquez, 2018b).

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A propósito de la navidad y el mensaje de Jesús Por Domingo Rodríguez Hilario. Jeremy Bentham describió al ser humano como una máquina c...

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